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La Chaîne de l´Espoir

3 Retratos

«El tiempo pasa volando, en el Instituto Médico Francés para la Infancia, en Kabul (IMFE)», explica Agnès Simon, coordinadora médica y directora de proyectos del programa Madre e Hijo de la asociación francesa La Chaîne de l’Espoir. El instituto se encuentra en un país devastado por la guerra desde hace más de veinte años. El último ataque contra un hospital tuvo lugar en mayo de 2020, cuando un comando armado irrumpió en la sala de maternidad del hospital de Dasht-e-Barshi, un distrito de la capital, y asesinó a una treintena de personas, entre ellas varias mujeres que estaban dando a luz y algunos bebés. 

Inaugurado en 2006 por La Chaîne de l’Espoir, el IMFE cuenta con 160 camas, de las cuales 61 son de pediatría, 16 de cuidados intensivos y reanimación, 52 de la unidad de gineco-obstetricia, 14 de cuidados intensivos neonatales, así como 6 quirófanos, un departamento de imagen médica, un laboratorio y una farmacia. En total, trabajan allí más de 500 personas, la mayoría de ellas son médicos afganos. Desde su apertura, se han llevado a cabo misiones de especialistas franceses e internacionales (cirujanos, médicos, enfermeros, farmacéuticos, ingenieros biomédicos, etc.), con una media de 150 expatriados al año, para apoyar a los equipos locales. 

En el marco de nuestra colaboración con La Chaîne de l’Espoir, Prodie Santé ha enviado a varios ginecólogos-obstetras a la maternidad del hospital francés de Kabul. Aquí figuran los retratos de tres mujeres valientes con las que colaboramos para este proyecto: 

En Prodie santé, Agnès es nuestro contacto con La Chaîne de l’Espoir. En la primavera de 2019, parte de nuestro equipo canadiense organizó una reunión con ella en París. Desde entonces, no hemos dejado de estar en contacto. 

Agnès tiene una energía contagiosa. Enseguida uno se siente partícipe de los proyecos que lleva adelante. Su trabajo en el IMFE de Kabul es multidisciplinario: es a la vez coordinadora de proyectos y comadrona. Es capaz de cumplir con sus diferentes misiones con facilidad y gran adaptabilidad. Por lo demás, Afganistán no es su única misión. Varias veces al año, Agnès explora otros lugares donde la Chaîne de l’Espoir tiene programas humanitarios. 

A pesar de la pandemia, nunca ha dejado de trabajar, al contrario, ha decidido volver al hospital público de la Pitié-Salpêtrière, en Paris, pero conservando su disponibilidad para realizar labores de voluntariado en Afganistán durante sus vacaciones. Sin embargo, los vuelos son cada vez más escasos y su última misión en Kabul se remonta a enero de 2020. 

Afortunadamente, el hospital funciona con los equipos locales. La jefa del departamento de obstetricia es una mujer afgana muy apreciada y con mucha experiencia, de la que el hospital está orgulloso. Con el propósito de responder mejor a las necesidades locales, se ha reforzado el equipo de anestesistas. Sin embargo, Agnès nos explica que siguen faltando ginecólogos y obstetras dispuestos a permanecer en misiones más largas. Estas misiones a largo plazo son importantes ya que permiten no sólo una mejor integración en el hospital y favorecen la creación de vínculos de confianza con los pacientes, sino que también promueven el intercambio de conocimientos en materia de formación. Se dan a conocer de este modo nuevas técnicas operativas que el equipo local no siempre domina. Es así como La Chaîne de l’Espoir impulsa la organización y formación del IMFE, sin intervenir directamente en el funcionamiento diario del hospital.

En cuanto a los pacientes, estos proceden de todos los estratos sociales de Afganistán. Algunos se ven obligados a atravesar todo el país para recibir tratamiento. Este fue el caso de un padre que caminó desde la provincia de Sare Pol hasta la capital con su hijo en hombros, durante noches enteras, para evitar los malos encuentros aún muy frecuentes en este país desgarrado por la violencia. Cuando finalmente llega al instituto, el hombre lleva alrededor del cuello la marca de los brazos de su hijo. Sus bracitos se han aferrado ferozmente al cuerpo de su padre durante todo el trayecto, dejando una huella fugaz. 

Cuando los pacientes vienen de lejos, a menudo se les remite al Pabellón de Mujeres y Niños [Pavillon des Femmes et des Enfants], un proyecto de La Chaîne de l’Espoir donde esperan quienes van a ser operados. Se trata de mujeres y niños que padecen enfermedades a veces muy avanzadas y que requieren un tratamiento rápido. Una vez realizadas las operaciones, estos pacientes, que deben guardar reposo, son sometidos a un seguimiento postoperatorio hasta su salida. El Pabellón es un centro de asistencia médica, ya que la mayor parte de los cuidados se realizan dentro del hospital. Sin embargo, muchos de los pacientes allí han sido identificados en provincias lejanas y sin infraestructuras por ONGs asociadas a La Chaîne de l’Espoir como la Cruz Roja o Terre des Hommes. Mientras se les realizan exámenes adicionales se les aloja en el Pabellón. 

Agnès tiene anécdotas sobre cada uno de los días que ha pasado en el IMFE. Se ha tomado muy en serio su papel de comadrona. Lo que más le llama la atención es que, a pesar de la pandemia y del empeoramiento de la situación, de la salida de los estadounidenses y de las fuerzas de seguridad afganas de algunos puestos de control, probablemente agotados por los incesantes ataques talibanes, sigue deseando volver a Kabul. Agnès ha elegido dedicar su vida a ayudar a los demás. En París o en Kabul, crea lazos con las personas que tienen la suerte de poder conocerla. Estos no son lazos que nos atan, sino que al contrario nos liberan. 

«La ginecología es un sacerdocio», explica la Dra. Djellali , con sentido del humor. Incluso de niña, cuando su madre le hablaba de su ginecólogo, pensaba que ese hombre que trataba tan bien a las mujeres debía ser un semidiós. Fue por esos años que nació su vocación, y recuerda que lo anunció con orgullo a su familia. Esta dedicación es su razón de vivir. Como si fuera poco, la practicante tiene un nombre que le va como anillo al dedo: «Safia», significa «leal» en árabe. Sin duda se necesita determinación y dedicación para hacer ciertos trabajos. 

La Dra. Djellali decidió marcharse a Afganistán tras una exitosa carrera en Túnez, primero en Susa y luego en la capital, donde optó por trabajar como médica privada para cuidar de su padre enfermo. Safia no sólo ejerce la medicina, cuando decide abrir su consulta es además madre de tres niños pequeños. Su carrera se desarrolló al ritmo de viajes a diversos congresos en Francia, América, Alemania, Italia e India. Debido a sus obligaciones familiares, sus estancias eran cortas pero enriquecedoras. Cada vez que volvía a casa, Safia sentía el deseo de ejercer su profesión más allá de las fronteras tunecinas. Para cambiar su rutina, quiso descubrir nuevas dimensiones de este trabajo que tanto le gusta. Su deseo de combinar lo útil y lo agradable) la llevó, durante sus intercambios con Prodie Santé, a especificar que no buscaba misiones remuneradas. Cuando Emmanuelle, la directora de nuestras oficinas en Canadá, le propuso trabajar como voluntaria para La Chaîne de l’Espoir, la Dra. Djellali no dudó ni un segundo en aceptar la oferta.   

El siguiente paso fue poner en contacto a Agnès Simon y Safia Djellali. Agnes le describió la realidad del terreno en Afganistán y le informó de las dificultades a las que tendría que enfrentarse, pero ella no se alarmó. Sólo tenía una preocupación: satisfacer las necesidades de productividad y eficiencia del IMFE. Como la buena estudiante que fue, se preparó sin descanso antes del viaje.  Para ello, se puso en contacto con su profesor y amigo, su superior, el decano de la facultad de Sousse, y participó en el curso de inglés médico para repasar sus conocimientos y volvió a integrar los servicios públicos de la maternidad. En efecto, aunque esta ex vicepresidenta de la Sociedad Nacional de Ginecología de Túnez y exsecretaria general de la Sociedad para el Estudio de la Menopausia nunca abandonó del todo el mundo académico y el trabajo de investigación, sintió que su práctica en la consulta privada no eran suficientes para prepararse a lo que le espera en Kabul. Consciente de que el ritmo no sería el mismo, quiso ser operativa lo antes posible.  

Safia habla muy rápido y se disculpa por ello. En la forma en que cuenta su historia se entiende de donde proviene su fuerza, su respeto por los demás y su generosidad, y a veces cuando hay silencios las dudas que la invaden. Explica que, gracias a estas dos experiencias profesionales y humanas en Kabul, pudo hacerse una mejor idea del trabajo que realiza el Instituto Médico para la Madre y el Niño in situ. También expresó su admiración y respeto por los proyectos llevados a cabo por La Chaîne de l’Espoir en Afganistán y su socio Prodie Santé, sin los cuales la experiencia no habría sido posible. Las dos misiones de la Dra. Djellali tuvieron lugar en diciembre de 2019 y a principios de marzo de 2020. Se recuerda también el inicio de la pandemia y los vuelos de repatriación a Estambul y Dubái que partieron justo antes de la llegada a Kabul del ex presidente estadounidense Donald Trump. Extraña conjunción de acontecimientos. 

En su primer viaje, no tardó en comprender las necesidades del centro y no estaba segura de que sus áreas de especialización, la Procreación con Asistencia medica (PAM) y la ecografía, sean prioritarias en el IMFE. Trabajó con una especialista en cirugía vaginal y pensó que no cubría con exactitud las necesidades del centro. Los ginecólogos y obstetras en el hospital están bien formados, y aunque una asistencia siempre resulta útil, ella no estaba segura de que la suya fuese imprescindible. Este sentimiento de frustración e impotencia es común entre los voluntarios que trabajan en zonas complicadas del planeta. Se traduce a veces en una impresión de no ser necesario, de no encontrar su lugar y, cuando se acerca el final de la misión, surge un paradójico sentimiento de abandono de los colegas y de los pacientes.

Emmanuelle, el contacto de la doctora Djellali en Prodie Santé, la llamó para hablar de la situación y se convirtió en su mayor apoyo. Siendo la ginecología una especialidad muy amplia, la Dra. Djellali escribió en sus informes, al final de su misión que, aunque no sea una prioridad vital existe una demanda para la PAM. 

El destino la llevó a conocer una mujer que se llama como ella nombre y que intenta desesperadamente tener un hijo con su marido. Por desgracia, el hospital carece de medios para ayudarla, por lo que la pareja se aferra a la esperanza de que algún día su sueño se hará realidad. Para agradecerle que les haya devuelto la esperanza, la pareja le ofreció una tela bordada con el nombre «SAFIA». 

Desde entonces, el establecimiento intenta desarrollar su servicio de PAM y espera poder hacerlo efectivo en los próximos años. La Dra. Djellali ha sido fundamental para impulsar el desarrollo de este sector en el IMFE. Aficionada a la historia y la arqueología, Safia siempre tiene presente las palabras de Anatole France: » El porvenir solo se puede construir tomando en cuenta el pasado”.

Cometas en el cielo, la novela del escritor Khaled Hosseini publicada en 2003, cuenta a travès del relato de una amistad rota, la historia contemporánea de Afganistán desde la década de 1970. Es una de las novelas que la Dra. Amélie Grouin había leído antes de su primera misión en el IMFE. En Afganistán, de noviembre a marzo, el cielo de la capital se llena de cometas.   

Los hilos de estos divertidos pájaros de papel solían ser de seda pero ahora son de nylon, pegados con cola de arroz y recubiertos de mini fragmentos de vidrio para desgarrar los adversarios. Cuando estuvieron en el poder de 1996 a 2001, los talibanes prohibieron los torneos de cometas. Amelie sólo tiene un conocimiento parcial del país, conocimiento que construye a partir de sus lecturas, ya sean puramente literarias o más factuales. Conoce la situación geopolítica del país y probablemente sabe que los niños y jóvenes de 0-14 años representan más del 40% de la población total.   

Unos meses antes de su primera misión, la medico buscaba un remplazo o un puesto temporal en Canadá. En ese momento, quiso aprovechar el mes y medio del que disponía entre dos períodos de trabajo para poner en práctica sus conocimientos fuera del espacio Schengen. Nuestro equipo canadiense le advirtió de las dificultades que puede enfrentar un médico francés para ejercer temporalmente en este país y le propuso ponerla en contacto con Agnès Simon, coordinadora médica de La Chaîne de l’Espoir en el programa del Instituto Médico Francés para Niños de Kabul.  La doctora ya conocía la asociación porque había trabajado con ellos en Camboya cuando aún era estudiante. Durante ese periodo, realizó unas prácticas de casi dos meses en el hospital cardiológico de Phnom Penh, uno de los primeros centros abiertos por el fundador de La Chaîne de l’Espoir, el profesor Alain Deloche. La historia de Agnès y su punto de vista sobre la situación en el IMFE terminaron de convencer Amélie de ir a Afganistán.   

La Dra. Grouin se preparó para realizar varios viajes a Kabul con la idea de darle continuidad a su formación personal y un apoyo sustancial a los equipos ya presentes en un terreno que ella iba a descubrir por primera vez. Agnès, para quien ya era la enésima misión, le presentó su nuevo trabajo con honestidad y serenidad. A su llegada, Amélie fue recibida en el aeropuerto y llevada directamente a la casa de huéspedes del IMFE donde se alojó el personal médico extranjero.  Los médicos trabajan en condiciones muy seguras y Amélie se sintió inmediatamente a gusto. Agnès, que llegó al mismo tiempo, le presentó al equipo de ginecología, compuesto por cinco o seis mujeres. Durante el día, es preciso apoyar a los equipos en sus visitas a las salas, incluyendo la de partos. El objetivo es gestionar lo mejor posible el tratamiento del dolor y las extracciones instrumentales. Por la tarde, para ayudar al personal a reforzar sus conocimientos técnicos, se imparten cursos teóricos y se realizan algunas intervenciones quirúrgicas. El Dr. Grouin también prestó apoyo en los turnos de noche, pero nunca se quejó del cansancio que, sin embargo, debió de sentir. Cuenta que durante este primer viaje todo funcionó muy bien. Por ello se preparó, sin dudarlo para un segundo viaje al país del lapislázuli y las alfombras de brillante colorido.

El segundo viaje tuvo lugar en enero de 2020. Esta vez, Amélie se centró en la vertiente quirúrgica de su misión. A principios de 2020, las operaciones no son frecuentes y representan una oportunidad para ayudar a los médicos locales a perfeccionar su formación. Este componente educativo es en realidad el objetivo principal de estas misiones porque permite combinar la teoría con la práctica. Las mañanas se dedican a los cuidados y los médicos como Amélie están en la sala de partos o en el quirófano.  La doctora explica que durante las tardes, cuando el personal médico tiene algo de tiempo libre, se dedica a dar clases.  La comunicación es muy fluida y la relación con el equipo in situ, excelente. Las mujeres que componen el personal médico y de enfermería están muy interesadas en participar en estos cursos. También son muy receptivas y no dudan en discutir con los médicos en misión para informarles de cualquier desacuerdo, compartir sus experiencias y los protocolos que siguen habitualmente, así como sus lecturas médicas. «Son intercambios muy ricos», insiste la Dra. Grouin. Explica que «sus comentarios son prudentes y sabios» y añade que «no hay una sola manera de tratar a los pacientes. »   

Los lugares físicos se construyen con historias y estas se convierten en la estructura de espacios como el Hospital Francés de Kabul. Son tristes, conmovedoras, a veces difíciles de escuchar. Afganistán es un país que sufre y su población civil es víctima de una violencia endémica. Amélie recuerda a esos padres cuyo destino estaba a punto de cambiar para siempre y que esperaban en la entrada de la sala de partos, llenos de una emoción universal. Algunos parecían preocupados, otros se alegraban, pero no dudaban en acercarse a la Dra. Grouin para preguntarle amablemente por el estado de salud de sus colegas. Esta confianza, acompañada de un gran respeto por el trabajo de médicos extranjeros que no hablan el mismo idioma y vienen de tan lejos, la sorprende un poco. «Podrían ser mas desconfiados, pero no lo son», dice. Al contrario. Amélie pudo «ver en la mirada de sus interlocutores ese respeto infinito” que la conmovió.   

El hospital francés de Kabul ha acogido a estas tres mujeres apasionadas por su trabajo, concentradas en sus importantes misiones y que nunca olvidarán los rostros de los pacientes que han compartido una parte de su historia con el personal médico. Juntas, recorren el camino hacia un futuro mejor. Ser voluntario en una asociación como La Chaîne de l’Espoir es enriquecedor en muchos sentidos. Los médicos descubren una nueva cultura que les permite ampliar tanto sus horizontes profesionales como personales.  Pero lo que compone la esencia misma de este trabajo, el corazón de la misión de estos médicos, lo que refuerza su compromiso, es el encuentro con los pacientes. Este es el sentido profundo de esta experiencia, que nos invita a aceptar la diferencia y la singularidad de la conciencia individual. Más allá del arte de curar se erige la dimensión humana. Esto es lo que le da sentido a esta profesión.

Talibanes en Kabul

Noticias de nuestra ONG socia en Kabul: En Afganistán, el hospital francés resiste de alguna manera, pero ¿hasta cuándo?

El hospital francés de Kabul es el hospital más grande y posiblemente el mejor de todo el país. Allí trabajan mil empleados, y es el único lugar que cuenta con una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales y donde se pueden realizar cirugías complejas. El personal que ha decidido permanecer en Afganistán a pesar de las circunstancias está tratando de resistir y adaptarse a los cambios críticos que se desarrollan con la llegada de los talibanes. Sin embargo, muchos continúan su trabajo profundamente temerosos de lo que pueda traer el futuro. Los problemas económicos se suman al bloqueo de suministros médicos en el extranjero, y muchos médicos y enfermeras, tanto mujeres como hombres, han huido del país. El presidente de La Chaîne de l’espoir, Eric Cheysson, explicó, en una reciente entrevista en un medio francés, que hay una lista de espera de 210 niños que necesitan ser operados a corazón abierto en los próximos meses. Si se cancelan las operaciones morirán.

Prodie Santé ha desarrollado una asociación con La Chaîne de l’espoir. Con el tiempo, más que una colaboración, se han forjado fuertes lazos entre ambas entidades. Hemos seguido con gran preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Afganistán desde la salida de las tropas extranjeras hasta la llegada al poder de los talibanes. La salida de las tropas estadounidenses reveló un país cuya población es víctima colateral de una guerra ineficaz. Muchos afganos lo habrán visto todo: tanques soviéticos, ejércitos externos, muyahidines, talibanes, terratenientes tribales, ejecuciones, drones, aldeas destruidas, familias diezmadas. Todos estos años de violencia han dejado muchas muertes, una sociedad desestabilizada, pobreza y sufrimiento endémicos.

Permitir que todos vivan con buena salud es uno de los principales Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Gracias al trabajo de los médicos y del personal sanitario del Hospital Francés de Kabul, se han logrado avances importantes que han permitido aumentar la esperanza de vida y reducir algunas de las principales causas de mortalidad infantil y materna. Prodie Santé está lista para brindar su apoyo inquebrantable a La Chaîne de l’espoir y a todo su valiente personal. Es una misión más crucial que nunca y su lucha por la salud es un ejemplo a seguir. Eric Cheysson espera que se pueda garantizar la continuidad de la atención y que se encuentre un terreno común para que el personal pueda continuar llevando a cabo su misión sin obstáculos, por el bien de la población afgana. Porque al fin y al cabo, como escribió una vez el autor del Quijote: «Donde hay vida, hay esperanza».